
Nació en Elorrio el 23
de marzo de 1895. Fue el director de la
construcción del llamado Cinturón de Hierro, defensa
fortificada que se extendía por los montes circundantes de Bilbao para protegerlo del avance de las
tropas franquistas durante la Guerra
Civil Española. En 1937 desertó y ayudó al bando
franquista facilitando los detalles, características y puntos débiles de
la citada línea defensiva, que ayudaron a su ruptura el 12 de junio del mismo año, entrando días más tarde
en la capital vizcaína las tropas del bando franquista.
Al año siguiente comenzó el diseño y
preparativos del tren que se conocería con el nombre de Talgo (acrónimo de Tren
Articulado Ligero Goicoechea-Oriol) y que empezó su andadura en el año 1941. Murió en Madrid el 30
de enero de 1984 a
la edad de 89 años. Participó en
el diseño y construcción del Talgo 0, Talgo I y del Talgo II. Los dos primeros
fueron solo prototipos, el Talgo II sí que circuló comercialmente muchos años y
la saga de los Talgos como empresa y como tren continua en la actualidad.
Fue un ingeniero rompedor en su tiempo. Trabajó
muchos años en el ferrocarril de La Robla y sus ideas intentaban aligerar el
peso de los trenes con el objetivo de reducir el consumo y aumentar la
velocidad. Actualmente el transporte de mercancías por el sistema de
contenedores o los ligeros trenes de alta velocidad comparten esa misma
filosofía de aligeramiento. Si bien el Talgo sí que prospero y es su proyecto
más conocido, otros proyectos revolucionarios suyos no prosperaron por diversas
razones; por ejemplo el Tren Vertebrado de Gran Canaria o sus ideas para cruzar
el estrecho de Gibraltar.
Hasta el último de sus días continuó Alejandro
buscando soluciones al enlace del estrecho de Gibraltar, y desarrollando un
tren vertebrado con el que pudiese resolver el problema del tráfico urbano. No
era éste, sin embargo, el único ferrocarril especial de nueva concepción; otros
sistemas (el Alweg alemán, el Aérotrain francés, el Hovertrain británico, etc.)
presentaban características similares: no tenían movimientos pendulares y el
centro de gravedad coincidía con el plano de sustentación. Pero el suyo tenía
visos de se comerciable. De hecho, formó una compañía propia, realizando, en
1970, ensayos positivos en Santa Cruz de Campezo. Hoy, el Tren de Alta
Velocidad parece haber demostrado que su aguda intuición no anduvo descaminada.

Información obtenida de http://www.euskomedia.org/aunamendi/
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